lunes, 12 de junio de 2017

DIARIO DE UN REFUGIADO IX. UNA RUTA QUIJOTESTA.

PARTE I DE LA RUTA FINAL: Por fin, me encuentro en la frontera aunque para mi sorpresa está cerrada. Hay más de 100 soldados vigilando que nadie pase. Como mi experiencia en cruzar fronteras es muy pequeña hablo con el resto de personas que estamos para cruzar la frontera. Somos unas 50 personas y se me ocurre hacer fuerza para obligar a abrir y pasar. Resulta que al mínimo intento nuestro, los soldados sacan toda su artillería como porras, granadas,.... Podría parecer que estamos locos, y lo que estamos es desesperados. Pero aún y todo nos frenan rápidamente. Decidimos ir al pueblo cercano para descansar y pensar que hacer para cruzar. Allí conocemos a personas de una ONG que nos ofrecen ayuda. Al día siguiente nos dividimos en grupos pequeños, puesto que en el pueblo hay más de quinientas personas queriendo pasar como yo y el grupo en el que estoy. A las 10 de la mañana nos dirigimos a la frontera nuevamente con Ana que es la persona de la ONG que nos va ayudar a pasar. Pienso que el grupo en el que estoy y yo misma estamos tan cansados y con tan mal aspecto que es lo que ha hecho que pasemos los primeros. Finalmente, conseguimos pasar al otro lado, pero eso, con un nuevo control policial. Llevamos después al siguiente pueblo donde estamos al menos una semana el grupo al que me he unido y lo aprovecho para hacer pequeños trabajos por los que cobro un poco de dinero. No se que me espera y prefiero llevar dinero conmigo. Pasada la semana, reunido dinero, llega el momento de cruzar la siguiente frontera. Y de nuevo, hay un control policial que paso sin grandes complicaciones. Nada más pasar, descubro que para continuar el viaje ahora es necesario ir en tren y para ello necesito comprar un billete. Llego a la ventanilla y me ponen muchas pegas para venderme un billete. Yo les explico que tengo dinero, que es importantísimo que coja el tren pero parece que no me hacen mucho caso. Aunque para mi soy importante para ellos soy una más. Finalmente consigo un billete tras mucho hablar y hablar y consigo subir al tren. Soy de las pocas afortunadas que como viaje sola porque no me queda familia, no me separo de nadie. Al subir al tren muchas familias de varios miembros han tenido que separarse porque la policía no le ha dado la gana y con malas maneras de dejarles viajar juntos. Parte II DE LA RUTA FINAL: Nada más subir al tren, una vez más la realidad es más grande que lo que pensaba. El tren está lleno, hay personas por todos los lados, no hay huecos, todo está lleno. En los vagones van mujeres con sus hijos, es el único espacio que se tiene en cuenta. Hay personas hablando de distintas partes del mundo. Y afortunadamente, escucho hablar castellano. Lo cual me tranquiliza mucho. Unas horas después, llegamos a nuestro destino y nos reciben voluntarios con agua, comida y mantas. Han preparado un espacio al lado de la estación y paso la noche con el resto de personas del tren. A la mañana siguiente nos informan que la siguiente frontera, su camino, es peligroso. Y recomiendan viajar de día, con palos y en grupo. Hay varias opciones y un grupo de personas y yo que trabajamos durante la espera en el anterior pueblo. Decidimos la opción del taxi por seguridad y rapidez. Es caro pero más seguro. Y el taxista nos lleva hasta la siguiente frontera. PARTE III DE LA RUTA FINAL: Cuando estamos llegando a la frontera, el taxista nos cuenta que colabora con una ONG y nos informa de como está la situación del país al que en principio vamos a cruzar. Está mucho peor de lo que nos habían dicho pro xenofobia, un gobierno que tiende a cerrar puertas y nos radicales que no quieren a nadie en su país más que a los suyos. Se ofrece el taxista y colaborador de la ONG a cruzar todo el país para que no tengamos ningún problema y pasemos sanos y salvos. Nuestro agradecimiento es enorme. PARTE IV DE LA RUTA FINAL: Gracias al taxista cruzamos al otro país sin problema y se despide y se va. Nuestra alegría desaparece rápido ya que el pueblo al que llegamos es muy xenófobo. Y no somos muy bien recibidos. No nos permiten dormir en ningún sitio, si entrar a tomar un refresco, ni sentarnos en parques. Sin embargo, como somos un grupo tan numeroso, propongo que nos manifestemos en contra de estos comportamientos. En la calle hay grupos de personas a favor de diferencia de raza y color y somos muy apoyados. Somos un grupo tan grande que nadie nos para y conseguimos cruzar la frontera nuevamente. Cuando cruzamos de pronto, aparecen autobuses enviados por las autoridades. Decido confiar en ellos, puesto que a pesar de una experiencia dura. Las personas con las que me he encontrado en el camino, me han apoyado mucho. Un grupo de personas y yo subimos al autobús. Unas horas después llegamos a la ciudad más cercana y allí somos recibidos con las manos abiertas. Nos conducen a un tren que nos lleva a la capital. Donde voluntarios nos recogen y nos ofrecen su apoyo. Nos conducen a un centro de refugiados donde paso una temporada y finalmente soy llevada a un piso donde por fin. Tengo una nueva oportunidad de hacer una vida nueva. Por su puesto, en un país diferente donde seguimos siendo inmigrantes y todo lo que supone.

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