viernes, 6 de enero de 2017

DIARIO DE UN REFUGIADO III

EL MILAGRO DEL STANBROOK

"La Madre Gloriosa, tan ducha en acorrer
la que suele a sus siervos en las cuitas valer
a este condenado quísolo proteger
recordose el servicio que le solía hacer ...".

Hemos llegado al puerto de Valencia tras un viaje bastante tranquilo. Aquí hemos quedado con un traficante que alguien del grupo ha contactado. Parece que nadie le conoce, a pesar, de haber hablado con el. Por mi cabeza pasan todo tipo de pensamientos:será legal, existirá de verdad y será de fiar, se podrá confiar en el... Millones de dudas a cerca de nuestros siguientes pasos y encuentros para poder salir de Valencia. A pesar de todo, soy una persona que cree que al final las cosas saldrán bien.
Cuando llevamos varias horas esperando, de pronto, aparece el traficante. Su aspecto es  el de un hombre de unos 40 años, un tanto peculiar, viste de oscuro, con ropa vieja y un gorro de capitán de barco que le queda un tanto grande. Su voz es muy grave y fuerte, se hace escuchar perfectamente. La cara de todos nosotros parece mezclar sentimientos de esperanza, miedo y tensión. Probablemente por la incertidumbre de quien es este hombre realmente. Y por estar durante mucho tiempo esperando en el puerto.
Tras hablar varios hombres con el y atar nuestra salida del puerto de Valencia. Nos trasladamos a una casa sucia, vieja y rodeada de escombros. Donde todas las personas que viajamos juntas tendremos que esperar a que se tramite el viaje y llegue el barco que nos hará salir de aquí. Algunos adultos se dividen para estar vigilando en el piso, y otros para ir a por comida y otras cosas para sobrevivir mientras esperamos en el piso. La estancia es incómoda y larga, somos demasiadas personas hacinadas. Yo decido salir con un grupo de adultos y algunos jóvenes a hacer recados para el grupo. Y decido encargarme de vigilar durante todo el camino de ida y vuelta y mientras los mayores recogen comida, medicamentos y otros suministros. Junto con algunos mayores y jóvenes. En varias ocasiones, he de avisar de personas sospechosas mientras esperamos a que traigan todos los suministros. Finalmente, volvemos con el grupo sanos y salvos, no sin a ver tenido algún que otro susto.
Llevábamos unos días esperando a que viniera a buscarnos el traficante, el cual no quiso decirnos su nombre para mantener el anonimato. Y cuando algunos empezaban a perder la esperanza, apareció. Debíamos recoger rápido porque en unas pocas horas saldría nuestro barco.
Cuando nos pusieron en fila para subir al barco, de pronto, nos dijeron que hiciéramos dos filas. Una de hombres y otra de mujeres y niños. Nadie lo esperaba y no queríamos separarnos. Al principio, nos quejamos y pensamos en no subir al barco. Pero lo pensamos mejor y subimos porque era más seguro y nos podríamos encontrar al final del viaje. Solo estaríamos el tiempo del trayecto separados. Todo esto me recordó al viaje del Stanbrook porque tuvimos que separarnos y la subida al barco tampoco fue fácil.

"Que traerá el viaje hacia lo desconocido
lugar inmenso de nuevas, grandes aventuras;
que aparece lo nuevo y desconocido,
como compañera de viaje y aventuras".

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